Cuando nace el niño posee una mente plástica, capaz de procesar la información que le llega tanto desde las fuentes de estimulación internas como externas, y una propensión natural al aprendizaje que, los mediadores, padres y docentes, debemos saber potenciar. Aunque la herencia determina entre un 30 y un 60% las posibilidades y recursos que pesee cada persona, esto nos deja un amplio margen de acción para que la Educación repercuta de manera beneficiosa según las necesidades de cada uno, y siempre atendiendo a la diversidad.
Todos somos diferentes, y cada niño tiene un ritmo distinto de aprendizaje y una forma distinta de aprender.
Sabiendo que los primeros meses de crianza pueden repercutir en el futuro del niño, debemos prestar especial atención a aspectos como:
- El apego: Los intercambios afectivos del bebé con su madre son fundamentales para su buen desarrollo. Hacer frente al estrés que suponen unas relaciones tempranas alteradas, significa desviar las energías y no dedicarlas íntegramente a su empleo en las funciones cognitivas tempranas. El calor, el olor, el tacto y el tono de voz de la madre, proporcionan al bebé placer y bienestar.
- Nutrición: Ya sea lactancia materna o biberón, el bebé cuando se alimenta estudia el rostro de su madre, sus movimientos y expresiones. Se aprovecha este momento para establecer y fortalecer los lazos afectivos, acariciándolo en la mejilla y conversando con él en los momentos que el bebé se toma de descanso.
- Estimulación: Desde el nacimiento, la voz de la madre le calma y tranquiliza, igual que el latido del corazón, sonidos que ha escuchado desde el útero materno, es por eso que las voces humanas son los sonidos que más atraen la atención del bebé y es importante saber utilizar este recurso para llamar su atención con distintas voces, tonos, canciones y risas.
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